dijous, 2 de juny del 2011

"Indignarse no es suficiente: hay que ser más inteligente"

Daniel Innerarity, dirige Globernance, Instituto de Gobernanza Democrática.

Tengo 51 años: sólo envejeces si dejas de aprender. Soy de Bilbao. Creo en Dios y eso me permite no creer en casi ninguna otra cosa. Soy catedrático de Filosofía Política en San Sebastián y colaboro con el CCCB. Es mejor una sociedad inteligente que con líderes inteligentes.

foto: Àlex García
¿Qué pasa?
La sociedad está dividida entre los que defienden sus valores sin tener en cuenta la realidad y los que gestionan la realidad sin tener valores.

Por ejemplo.
¿Usted es de derechas o de izquierdas?

Dígamelo usted.
En un atasco, los de derechas dicen: “Aquí falta un guardia”; y los de izquierdas: “¡Menudo atasco está causando el guardia!”.

¿Y la realidad de qué partido es?
Es postheroica: ya no requerimos grandes líderes clarividentes que nos dirijan...

Tampoco es que sobren.
Porque no hacen falta. La sociedad ya no tiene un centro de decisiones que requiera un hombre providencial al mando.

Ya no basta con controlar el telediario.
La pretensión de controlar la sociedad está anticuada, porque hoy es incontrolable, pero sí se puede gobernar, que es otra cosa.

Los progres dicen transformarla.
Es otro modo de decir que te quieren imponer sus propias ideas de progreso.

¿Cómo se gobierna hoy?
Quien gobierna hoy no es quien impone sus ideas a una sociedad que controla, sino quien articula lo que esa sociedad quiere.

Un médium más que un líder.
Los gobernantes deben dinamizar un gobierno cooperativo que sepa convertir la inteligencia colectiva en decisiones.

“Inteligencia colectiva”: ¿es una tautología o un oxímoron?
Hoy es una tautología, porque inteligencia ya es lo mismo que colectiva y lo que sólo sabe uno es como si no lo sabe nadie.

El genio en su montaña ya no sirve.
En la sociedad del conocimiento, la inteligencia es una red sin centro. Y en ella no sobrevive el más sabio, sino quien es capaz de aprender más cosas más deprisa...

O por lo menos lo intenta.
... Y la democracia es el modo más eficaz de gobierno de ese sistema.

¿Por qué?
Porque en ella los mediocres acaban componiendo una sociedad colectivamente más inteligente que cualquiera de sus miembros.

Hoy la democracia se impone a las oligarquías incluso en el mundo árabe.
Porque, como demuestran los teoremas sistémicos: cuando personas muy diversas –y con diversos grados de inteligencia– deliberan colectivamente, toman decisiones más acertadas que las acordadas por un grupo de personas más uniformes, aunque tengan mayor grado individual de inteligencia.

Es el fin de las élites.
Por eso la pretensión de un gobierno de los mejores, la aristocracia, es hoy inútil, porque la sociedad del conocimiento es inteligente en red, no en jerarquía, y por eso, si está bien articulada, la democracia proporciona mejores decisiones que las élites.

Si está bien articulada...
Gobernar es precisamente articularla: evitar fenómenos como el atasco de tráfico, donde la agregación de miles de pequeñas decisiones individuales racionales para llegar más rápido, al final provocan el desastre de que todos lleguemos tarde.

Lo mismo pasa en la crisis económica.
Gobernar es ser más inteligentes que las crisis y evitar que la euforia del auge –millones de decisiones individuales racionales de compra– no acabe en la depresión –millones de decisiones racionales de venta– con la que nos arruinamos todos.

¿Cómo?
Evitar el cortoplacismo, que conduce al atasco y las crisis; no confundir el ajetreo con el avance ni el ruido con la comunicación. Gobernar es cooperar en la estrategia, la planificación con visión de futuro y huir de la improvisación y el tacitismo miope.

No es fácil.
Yo también deploro la crítica fácil del tertuliano al uso. Gobernar es mucho más complejo que mandar y controlar. El fracaso de la política hoy es consecuencia del fracaso del conocimiento: los políticos sufren de rigidez cognitiva: no entienden el cambio.

¿Y a quién pedimos responsabilidades?
El gran reto en una sociedad en red es dirimir responsabilidades y atribuirlas. Hay que repensarlas, porque se diluyen igual que la propiedad privada: ¿se ha fijado cómo avanzan los fenómenos de piratería?

En la red parece que no hay culpables.
Es el peligro de esa dictadura de millones de pequeñas decisiones individuales racionales... Que nos llevan al atasco y el colapso.

También demasiados quisieron especular: con pisos y fondos complejísimos.
El sistema financiero es hoy más inteligente que el político y hasta que los gobernantes no lo entiendan a fondo no lo podrán gobernar y por eso hoy va por delante, gobernándonos a todos: es otro fracaso cognitivo.

¿Nos indignamos?
No es suficiente, es necesario que seamos todos más inteligentes. No se trata de tener líderes brillantísimos –¿cuántas organizaciones repletas de genios funcionan fatal?–, sino de ser sociedades más eficaces que resuelvan de forma efectiva y pacífica sus conflictos y tengan reglas equitativas que distribuyan el trabajo y el bienestar.

¿Cómo llegar a ser más inteligentes?
Más que llegar a saber, se trata de no dejar de aprender: así que huya de cualquier organización en la que sea el más listo. Abandone cualquier aula, claustro, redacción, partido político o relación humana en la que no esté aprendiendo.


El fin de las élites

Es difícil creer que la democracia se esté extendiendo por el planeta, árabes incluidos, sólo porque es moralmente superior a otras formas de gobierno. Por eso resulta tan oportuna la cita de Innerarity –pensador sistémico– del teorema que demuestra su mayor eficacia como mecanismo de decisión frente a los gobiernos de élite o del puro y arcaico ordeno y mando. Hoy, en la sociedad del conocimiento, la democracia es simplemente la manera más eficaz de convertir la inteligencia colectiva en decisiones acertadas. En esta era de redes sociales y movilización permanente, más que de tener un gobierno de los mejores, se trata de gobernar mejor entre todos. Y con indignarse no basta.


La Contra: La Vanguardia
Lluis Amiguet

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